Este artículo se ha creado con fines informativos y no debe entenderse como asesoramiento financiero, legal ni fiscal. Si necesitas ese tipo de asesoramiento, recurre a un profesional.
La logística empresarial suele hacer referencia al proceso de adquisición, almacenamiento y transporte de mercancías de un lugar a otro.
También se puede referir al traslado de personas e incluso a la organización del transporte y el alojamiento correspondientes. Por eso, gestionar la logística de manera eficaz es fundamental para casi todos los negocios.
Ejemplos de logística
La gestión logística suele dividirse en tres bloques principales: logística de compras, logística de producción y logística de ventas.
La logística de compras comprende la adquisición de todo lo que necesita un negocio para crear sus productos o prestar sus servicios, como materias primas, equipos o bienes consumibles (por ejemplo, el combustible). Esta parte de la logística también se conoce como logística de entrada o gestión de la cadena de suministros, ya que incluye la selección y gestión de proveedores.
La logística de producción se encarga de gestionar los suministros en las operaciones de producción y termina cuando los productos se entregan en un almacén o cuando el cliente puede recibir los servicios. Por otro lado, la logística de ventas cubre todo el proceso de entrega del producto o de prestación del servicio al consumidor, y también se conoce como distribución.
A menudo, los negocios también deben gestionar la logística de personal, que incluye el desplazamiento de los empleados por motivos de trabajo. Las grandes empresas a veces tienen personal dedicado específicamente a esta tarea o subcontratan a terceros. En las pymes, en cambio, es más frecuente que se encarguen los propios empleados o departamentos como el de gestión de la cadena de producción o el de recursos humanos.
Estrategias logísticas
Antes, la gestión logística era simplemente preparación. Todas las empresas intentaban mantener un nivel constante de suministros y productos para no quedarse sin existencias, excepto en circunstancias excepcionales, aunque eso implicara en cierto modo desaprovechar recursos inevitablemente.
En un intento por reducir ese desaprovechamiento, muchos negocios empezaron a adoptar un modelo de cadena de suministro basado en la demanda real. Esto consiste en mantener un flujo constante de suministros en lugar de solo almacenar existencias, para así poder ampliarlo o reducirlo en función de la demanda, algo que requiere una buena planificación.
Aunque esta estrategia sí ha demostrado reducir el desaprovechamiento, puede verse afectada por las interrupciones en la cadena de suministro. Antes de la COVID-19, esto no preocupaba demasiado, pero el escenario cambió por completo con la llegada de la pandemia: las fábricas cerraron, el transporte de mercancías dejó de funcionar y la cadena de suministro mundial se fragmentó, lo que acarreó grandes problemas a muchos negocios y sus clientes.
En consecuencia, se ha vuelto a una gestión logística más tradicional en la que los negocios están creando redes para tener centros de distribución cerca de sus instalaciones de producción y de sus clientes. Cada vez se entiende el inventario más como un activo real y no solo como algo que en contabilidad se apunta en el balance de situación.
Cambios en los sistemas de distribución
Aunque hoy en día el inventario se considere un activo para la empresa, almacenarlo y distribuirlo sigue siendo todo un desafío. En primer lugar, se necesitan instalaciones, como un almacén en el que guardar productos manufacturados. En segundo lugar, hay que tener el tiempo, las herramientas y los materiales necesarios para tramitar con rapidez los pedidos de los clientes. Ambos aspectos pueden suponer un reto para las pymes y una dificultad insalvable para las microempresas y los freelancers.
Esta situación ha llevado a muchos negocios, sobre todo a los más pequeños, a recurrir a sistemas de distribución alternativos. Los dos modelos principales son los centros de distribución y el envío directo. En el caso de los centros de distribución, los negocios se abastecen de productos de sus propios proveedores o los crean ellos mismos para transportarlos al almacén del centro de distribución, que los almacena de forma segura y organiza la entrega a los clientes finales.
Con la modalidad de envío directo, los negocios trabajan con proveedores, normalmente fabricantes, que se encargan de la logística de ventas. En estos casos, los negocios suelen hacer una compra masiva de productos que el fabricante almacena y envía individualmente cuando se reciben pedidos. Cuando se trata de artículos de gran valor, los fabricantes pueden aceptar volúmenes de compra más reducidos, aunque no es lo habitual.
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